Y ella se dio la vuelta sin esperar ver lo que se encontraba
a sus espaldas.
Las cortinas estaban rasgadas y decoloras, cubriendo una
ventana sin cristales por donde la luz de la luna se filtraba creando pequeños
destellos al encontrarse con sus ojos. La sangre se encontraba esparcida por el
suelo. Fragmentos de cristales se veían teñidos de rojo, bajo la luz tenue que
desprendía la lámpara colgada sobre el techo. Las estacadas de las sillas
sobresalían como agujas y el reloj en el suelo había dejado de emitir su
peculiar tic-tac. Sobre la mesa se encontraba un jarrón intacto de lilas que se
inclinaban ligeramente hacía la ventana, señalando el norte como una brújula.
Sus ojos se abrieron como platos, un grito de horror escapó
de sus labios blanquecinos y sus rodillas impactaron contra el suelo. Las voces
en su cabeza cada vez eran más sonoras, repetían su nombre en un bucle
interminable. Sin pausas. Sin parar a coger aire. Apretó sus manos contra sus
oídos, pero eso no amenizaba los gritos. Se tiró cuan larga era y escondió su
rostro, encharcándose de la sangre aún tibia en el suelo. No podía respirar,
sus jadeos eran cada vez más pronunciados y su vista se volvió nublosa. Un rio
de lágrimas empapó sus mejillas, siguiendo un camino que finalizaba en sus
labios.
De repente callaron. Un segundo. Dos. Repitió su nombre una
última vez, llena de nostalgia como si se despidiera de ella. Después de eso, nada. Un eco recorrió todo su cuerpo y sus músculos se relajaron.
Se quedó estática en el suelo. Casi parecía que su corazón se había parado,
aunque en realidad ya lo había estado mucho tiempo. Lentamente apoyó las manos
en el suelo e intentó incorporarse. Su cabello caía en cascada sobre su rostro, sus mejillas se encontraban empapadas en sangre, al igual que su nariz y
frente, y sus labios se movieron, creando una pequeña sonrisa sarcástica. Las gotas de sangre goteaban sobre el suelo y emitian un pequeño eco al impactar que rompió el silencio.
Se levantó con dificultad, parecía que llevaba el mundo acuestas pero su rostro no reflejaba ningún tipo de emoción. Sus ojos parecían dos agujeros negros; profundos y apagados.
Se quedó quieta, manteniendo el equilibrio sobre su único pie sano y miró el jarrón de lilas. Llegó cojeando hasta él y cogió una flor. Se la acercó a la nariz y la olió. Ese olor dulzón la transportó. La llevó atrás en el tiempo. Antes de que todo esto ocurriera.
— Marta
Me gusta leer este tipos de relatos, me quedo siguiendote, y te invito a mi blog, nos leemos!!!
ResponderEliminarhttps://estoyentrepaginas.blogspot.com.es/
¡Muchas gracias! Nos leemos��
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