martes, 1 de noviembre de 2016

Mece tus sentidos.

Respira, y siente. 
Coge aire, y piensa en los colores del mar, piensa en ella, y en su sonrisa. 
Respira y aspira el silencio que perturba en tu soledad, rodeado de sentimientos encontrados, en la compañía de la nada. 
Mira al horizonte, si consigues encontrarlo, y busca en las profundidades de su vacío. 

Controla.
Suspira, y suelta todo lo que no eres capaz de decir con palabras. Suspira y piensa en la primera vez que la besaste, esa víspera de Año Nuevo, solos en la calle, con la compañía de vuestros latidos y vuestras ganas, de ser todo lo que ansiabais. 
Suspira, y aleja tus rencores y malas caras, pon en replay esa canción que tanto detestas, pero que a ella le hacía temblar, como cuando le susurrabas al oído, contándole todos tus secretos.

Baila.
Siente tus sentidos dispararse a toda velocidad, buscando algo que pueda apasionarte, haciendo tu cuerpo vibrar mientras se funde en la melodía que canta el piano, moviéndote al ritmo de tus pulsaciones. 

Despega.
Vuela hacia el infinito de tus emociones, recorriendo cada una de tus moléculas, arrasando tu piel a corazón abierto, llenándote de adrenalina, sintiendo la libertad. 
Céntrate en cada movimiento y en cada paso que das, pisa con firmeza, decidido, dispuesto a terminar la carrera de los sueños a cumplir, de una historia que vivir. Eufórico y feliz, muriendo de alegría, comenzando a sentir. 

Grita.
Grita todo lo que el cuerpo te pida, todo lo que quisiste y no pudiste, porque no querías, y porque el miedo te lo impidió. Grita todo por lo que te atreviste a soñar, y por lo que estuviste más que dispuesto a luchar. 
Grita por esas noches de locura a la deriva, hogueras que se alargaban hasta el amanecer, en la costa de esa playa en la que supiste que habías caído en ella. Grita todo lo que veías en sus ojos iluminados por el fuego que encarnaba vuestra pasión. Grita todo por lo que la amabas y grita la letra de la canción que sonaba mientras la mirabas cuando reía.

Grita, y calla. Piensa, y descansa. Vive, y muere. Locura, y esperanza.



Ale.

viernes, 24 de junio de 2016

Mucho más.

Ella era todo actitud, todo porte, elegancia y de buen vocablo. 
Nunca lloraba, nunca estaba triste y el brillo nunca desaparecía de su mirada.
Era todo alegría y determinación.
Nunca callaba, siempre reía o tenía mil anécdotas que contar.
La veías caminar entre ríos de calles, y las recorría sin dejar de mirar hacía delante, con paso firme y una sonrisa de oreja a oreja que le abarcaba toda la cara.
Era todo belleza. Sus ojos oscuros eran capaces de llenar cada vacío en ti, y su boca... Su boca era como una rosa roja bañada en rocío; salvaje y provocadora.
Por las noches la luz de la luna bañaba su melena, y destacaba cada rasgo de su rostro. Brillaba más que todo los astros bailando juntos por la galaxia.
El ritmo de su corazón era tranquilo, suave y su pulso era firme.
Nadie era como ella y ella era como nadie.

Él era todo tristeza, todo timidez, pocas palabras y mirada perdida. 
Nadie sabía si tenía una sonrisa bonita o si su risa era angelical, porque nunca las enseñaba.
Tenía el pelo oscuro, y una nariz pequeña que alineaba perfectamente los contornos de su rostro. No era todo belleza pero si todo misterio.
Miraba siempre a todos lados, como si le preocupara que alguien le estuviese siguiendo, y sin embargo, nunca miraba a los ojos cuando se le hablaba.
Caminaba despacio y arrastrando los pies. 
Era todo cansancio, malestar y soledad.
Estaba perdido y ni él sabía por qué.

Pero cuando se encontraron todo cambió. 

Ella por primera vez se quedó sin palabras y su paso se volvió tembloroso. Él dejó de mirar al suelo y por primera vez no podía apartar su mirada de la de ella.
Él empezó a sonreír. Era extraño verle con esa mueca pero a la vez tan reconfortante...
Ella empezó a sonrojarse y a ponerse nerviosa, algo que jamás la había ocurrido.

Ambos entendieron por primera vez lo que era el amor y lo que es necesitar a alguien. 

Ella era lo que él necesitaba para ser feliz.
Él lo que ella necesitaba para ser real.

Ambos lo eran todo a su manera. Pero juntos... Juntos eran mucho más.

  —Marta.

jueves, 2 de junio de 2016

Ella


Y ella se dio la vuelta sin esperar ver lo que se encontraba a sus espaldas.

Las cortinas estaban rasgadas y decoloras, cubriendo una ventana sin cristales por donde la luz de la luna se filtraba creando pequeños destellos al encontrarse con sus ojos. La sangre se encontraba esparcida por el suelo. Fragmentos de cristales se veían teñidos de rojo, bajo la luz tenue que desprendía la lámpara colgada sobre el techo. Las estacadas de las sillas sobresalían como agujas y el reloj en el suelo había dejado de emitir su peculiar tic-tac. Sobre la mesa se encontraba un jarrón intacto de lilas que se inclinaban ligeramente hacía la ventana, señalando el norte como una brújula.

Sus ojos se abrieron como platos, un grito de horror escapó de sus labios blanquecinos y sus rodillas impactaron contra el suelo. Las voces en su cabeza cada vez eran más sonoras, repetían su nombre en un bucle interminable. Sin pausas. Sin parar a coger aire. Apretó sus manos contra sus oídos, pero eso no amenizaba los gritos. Se tiró cuan larga era y escondió su rostro, encharcándose de la sangre aún tibia en el suelo. No podía respirar, sus jadeos eran cada vez más pronunciados y su vista se volvió nublosa. Un rio de lágrimas empapó sus mejillas, siguiendo un camino que finalizaba en sus labios.
De repente callaron. Un segundo. Dos. Repitió su nombre una última vez, llena de nostalgia como si se despidiera de ella. Después de eso, nada. Un eco recorrió todo su cuerpo y sus músculos se relajaron. Se quedó estática en el suelo. Casi parecía que su corazón se había parado, aunque en realidad ya lo había estado mucho tiempo. Lentamente apoyó las manos en el suelo e intentó incorporarse. Su cabello caía en cascada sobre su rostro, sus mejillas se encontraban empapadas en sangre, al igual que su nariz y frente, y sus labios se movieron, creando una pequeña sonrisa sarcástica. Las gotas de sangre goteaban sobre el suelo y emitian un pequeño eco al impactar que rompió el silencio. 
Se levantó con dificultad, parecía que llevaba el mundo acuestas pero su rostro no reflejaba ningún tipo de emoción. Sus ojos parecían dos agujeros negros; profundos y apagados.
Se quedó quieta, manteniendo el equilibrio sobre su único pie sano y miró el jarrón de lilas. Llegó cojeando hasta él y cogió una flor. Se la acercó a la nariz y la olió. Ese olor dulzón la transportó. La llevó atrás en el tiempo. Antes de que todo esto ocurriera.

— Marta

jueves, 18 de febrero de 2016

Sentido

Sola. 

Sola en una habitación con muchas salidas pero sin escapatoria. 

Sola en un mundo injusto y de etiquetas dominado por la hipocresía. 

Sola en un mar de respuestas sin preguntas donde la marea te traga para sus adentros atrapándote y así evitando tu fuga. 

Sola. 

Queriendo volar en tus brazos, olvidándome de todo y de todos, acordándome de la nada y pensando en el vacío de mi cerebro al sentirme libre, llenando así mi pecho de distintas combinaciones explosivas denominadas alegría, amor, felicidad. 

Sola, al fin y al cabo. 

Pudriéndome por dentro mientras renazco por fuera.

Y de un sin sentido es de lo que se trata todo, de un sin sentido se trata lo que escribo, lo que pienso, lo que cuento, lo que callo, lo que siento.

De un sin sentido se basa mi cerebro, y de un con-sentido se basa mi vida diaria. 

Todo tiene su lógica. 

Todo tiene sentido. 

Pero sola. 

Sola con sentido o sin, sola con mi lado loco y mi lado cuerdo, sola con mis canciones y mis dibujos.

Sola con mis padres, con mi hermano, con mis primos, con mis tíos, con mis abuelas, con mis profesores y compañeros de clase, con mis amigos y con mi novio. 

Sola. 

Y así es como me siento, sola, a pesar de tenerlo todo. 

Sola, a pesar de ser demasiado afortunada con lo que tengo. 

Sola, cuando hay gente que con nada sonríe como si acabara de nacer su niño al conseguir un simple trozo de pan. 

Sí, me siento sola, sola conmigo misma. 

Encerrada en mí misma, torturándome por nada, porque soy un sin sentido. 

Estoy encerrada en mí, pero no intento escapar, estoy en la jaula que me atrapa y tengo la llave al lado, pero no la cojo, no la miro, no me percato de ella. 

Ni siquiera intento escapar, ni siquiera intento buscar una salida, cuando tengo al lado una. 

En mí no queda esperanza alguna y por ello ni me molesto en hallar una escapatoria, cuando la tengo a centímetros de mí. 

Ya todo me da igual. 

Ya nada importa. 

Ahora solo somos yo y mi sin sentido. 

Solo soy yo. 

Solo yo. 

Sola. 

Sola en mí.


–Ale.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Reseña: Saga Lux

Datos:
Título: Saga Lux: Obsidian, Onyx, Opal, Origin y Opposition.
Autora: Jennifer L. Armentrout
Editorial: Plataforma Neo



Sinopsis Obsidian:
Cuando nos mudamos a West Virginia justo antes del último curso, ya me había resignado al acento raro, a tener mala conexión a Internet y a aburrirme como una ostra… hasta que vi al sexy de mi vecino, tan alto y con unos ojos verdes impresionantes. Las cosas parecen ir mejorando. Y entonces él abrió la boca. Daemon es insufrible. Arrogante, desquiciante. No nos llevamos nada bien. Nada, nada bien. Pero cuando un desconocido me atacó y Daemon congeló el tiempo, literalmente, con solo mover la mano… bueno, sucedió algo… inesperado. El alienígena sexy que vive al lado me marcó. Sí, han oído bien. Alienígena. Resulta que Daemon y su hermana tienen una galaxia entera de enemigos que quieren robar sus habilidades, y el contacto de Daemon ha hecho que parezca uno de esos carteles iluminados de Las Vegas. El único modo de salir con vida de todo esto es mantenerme pegada a Daemon hasta que mi «luz» extraterrestre se apague.

Reseña:
Oh dios mío tenía muchísimas ganas de hablaros de esta maravillosa y excitante saga de 5 libros, los cuales son: Obsidian, Onyx, Opal, Origin y Opposition, que, por cierto, tienen unas portadas preciosas. Como habéis visto, la sinopsis es la del primer libro, ya que si pongo las de los otros, demasiado spoiler.
Durante Octubre y Noviembre me he estado leyendo estos libros y, de verdad, me han encantado. La verdad es que no tenía muchas ganas de leer ninguna saga, pero en cuanto empecé con Obsidian, no pude parar. He decidido hacer una reseña de la saga entera —sin spoilers, tranquilos— ya que una reseña de cada libro me parece muy pesado y sin mucho sentido, así que allá vamos.
Muy bien pues para empezar decir que el tema de los alienígenas me daba bastante palo, quiero decir, no parecía un tema interesante, pero en verdad, la autora le ha dado muchísimas vueltas al libro que hacen que no puedas parar de leer, que cada parte sea más intensa e intrigante y que no puedas dejar de pensar en lo que pasará en el siguiente capítulo.

Dicho esto, hablemos un poco de los personajes; para empezar está Katy, la protagonista y la chica que nos cuenta la historia. Este personaje me ha gustado mucho, me siento bastante identificada con ella en todos los sentidos; como piensa, las decisiones que toma, sus gustos, y por no decir que está obsesa con los libros y tiene un blog de literatura, ¿a qué me suena eso? Ah, sí, soy yo en un personaje literario, perfecto. Es uno de los personajes femeninos que más me ha gustado de los libros que he leído, es muy valiente, con carácter y muy inteligente. Resumiendo: me encanta. Para seguir, está Daemon, oh, mi querido Daemon. Vivo enamorada de este chico, os lo juro. Bueno, para empezar os lo describen como el tío más buenorro del universo, así que ya podéis ir pensando en su imagen. Al principio le odiaréis, es prepotente, el tío más idiota del mundo y todo lo contrario a alguien agradable, pero hacedme caso, le acabaréis amando. Realmente es uno de los personajes masculinos que más me ha conquistado y lo mejor es que este personaje también narra la historia junto a Katy a partir del segundo o tercer libro, no me acuerdo muy bien jj. Luego esta Dee, la loca de Dee, la hermana de Daemon y la mejor amiga de Katy. Esta chica me transmite tanta energía y alegría que no puedo con ella, me he reído muchísimo con este personaje y estoy segura de que vosotros también lo haréis. 


Y bueno, me quedaría todo el día hablando de todos los personajes, pero solo os diré que cada personaje que aparece a lo largo de la historia es, o lo mejor del mundo, o lo más insufrible que hay. También decir que con este libro vais a llorar, a reír y a sufrir. Vais a disfrutar cada página que leáis y os lo vais a pasar en grande. No os quiero contar mucho más sobre la historia ya que quiero que os sorprendáis por vosotros mismos, como yo hice, porque, de verdad que es una saga increíble.

Y bueno, nada más, simplemente decir que sentimos haber tardado tanto tiempo en subir una nueva entrada al blog y que tenemos muchas cosas preparadas para vosotros.  Por cierto, me encantaría que alguno de vosotros comentase algo bc no queremos escribir a la nada, y sabemos que hay más de uno que nos lee, así que no seáis lectores fantasmas.♥  
Un beso muuuuuy fuerte y nos vemos en la siguiente entrada, ¡feliz navidad a todos!

—Ale.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Gotas de agua.

A veces, cuando llueve, me quedo mirando por la ventana. Observo como cada gota de agua cae y se desliza por el cristal para finalmente acabar deshaciéndose. Es entonces cuando me doy cuenta de que las personas son como gotas de agua; aparecen de la nada, se quedan durante un tiempo, y acaban yéndose, desapareciendo de nuestra vida. Somos como gotas de agua, débiles, frágiles, preciosas.
Hay tantas cosas que me hubiese gustado decirte, pequeña gota de agua, tantas cosas que compartir contigo, tantos momentos. Pero el tiempo no es eterno, ni las gotas de agua, ni las personas. Me gusta pensar que nosotros tuvimos una preciosa historia de amor, pero sé que no es así, me gusta imaginarme que éramos esa pareja que siempre ríe, sí, esa pareja que va al cine, que van de picnic bajo las estrellas y se hacen cosquillas. Pero no, nosotros fuimos de esas que no encajan, que aunque lo intentes no se pueden unir las piezas, de esas que no pueden quererse sin más, porque siempre hay algo en medio. No valía simplemente el amor que sentía por ti, no valía lo que me querías, no valía nada, porque a veces esas cosas pasan, a veces nada es suficiente. 

Me gusta pensar que fuimos felices durante más de un minuto, que no había problemas. Me gusta creer que cada vez que nos veíamos todo era bonito, todo lo gris se despejaba y venían esos colores del atardecer que tanto nos gustaban, lo poco en común que teníamos, pero no era así, nunca fue así. Me encanta la pequeña película que me monto en mi cabeza, en la que tú sonríes a todas horas y yo canto, en la que bailamos juntos al rededor de la mesa redonda de la terraza, esa tan fea que tú no soportas. También hay una escena en la que estamos sentados en el sofá blanco del salón, en ese en el que tú dormías siempre, viendo un álbum de fotografías, en las que sólo salimos tú y yo, sonriendo a más no poder en cada una de ellas. 

Creo que el error fue enamorarme demasiado pronto. Había algo en ti que me cautivó, algo que me cautiva. Pero por desgracia, me enamoré de una persona con la que no encajaba, una persona que no era el polo opuesto, sino el extremo opuesto. Y entonces las cosas cambian, las cosas son diferentes. Antes solía pensar que si te enamorabas de alguien, nada ni nadie podría con ello, pero me equivoqué; nosotros pudimos con ello.

Ojalá hubiésemos tenido una historia de la que hacer un libro, ojalá hubiésemos sido felices juntos. Pero tranquilo, te recordaré como tendría que haber sido, te recordaré como el amor de mi vida, como la persona que me hacía sonreír cada día, como la persona que me sostenía, me sujetaba y me levantaba. Te prometo que en mi mente serás todo lo que imaginamos que íbamos a ser, todo lo que quisimos ser.

Ojalá encontremos la felicidad con otra persona, ojalá esta vez salga bien, ojalá esta vez las gotas de agua permanezcan un poco más, y que la lluvia nos recuerde cómo amar.

—Ale

domingo, 27 de septiembre de 2015

El sofá que me transporta.

Miro al mi alrededor, la habitación continúa intacta. Nadie ha movido un solo mueble de sitio y tampoco parece que haya entrado nadie, dado que el suelo está lleno de polvo y no se diferencia ninguna huella. Avanzo despacio, noto que los pies me pesan, como si tuviese algo atado al pie que tirara de mí hacia abajo. Me fuerzo a seguir andando y recorro el pasillo.  Paso por delante del espejo colgado en la parte superior de la pared del salón, y me veo reflejada entre las miles de telarañas que se han tejido, cómo si los arácnidos también se diesen cuenta de que la casa finalmente necesita nuevo dueño. Me quedo allí parada durante un segundo, intentando descubrir el por qué. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste?
No hay respuesta, el pelo enmarañado me cubre gran parte de la cara, mi camiseta vieja cae hasta llegar a mis rodillas, mis ojeras desentonan demasiado con el tono de mi piel; cualquiera que me viese pensaría que acabo de escaparme del manicomio más cercano de la ciudad, y casi habrían acertado.  Aparto casi con vergüenza la mirada del espejo y continúo mi camino. Podría ir con los ojos cerrados. Cuatro pasos al frente, giro a la derecha y seis pasos más,  mi piernas flaquean y más de una vez estoy a punto de caer de boca contra el suelo, esta vez giro a la izquierda, y tras dos pasos más mi nariz casi toca la puerta.

Me quedo de pie durante unos instantes, dudando entre entrar, o salir como pueda de aquella casa que me trae tantos recuerdos de ti, que aun después de este tiempo huele a ti, a esa colonia que tanto me gusta, esa que te ponías cada fin de semana. Recuerdo que cuando pasábamos esas tardes juntas y tú te quedabas dormida en el sofá, porque tu cuerpo ya no aguantaba tanto como solía hacerlo, iba sigilosamente hacía tu cuarto y cogiendo el tarrito entre mis manos perfumaba toda la habitación, me sentaba en tu cama y te notaba tan cerca de mí… Como si ese olor nos uniese, como si él me atara a ti.

Cojo con decisión el pomo y lo giro. La puerta cede al segundo y me veo una vez más en esa habitación. Los ojos me escuecen, y no creo que sea por culpa del polvo. Sorbo la nariz y doy pasos torpes hasta pararme justo enfrente de él, del gran tesoro de esta casa. El sofá ya esta un poco destrozado y la capa de moho no ayuda a darle un mejor aspecto, los muelles sobresalen tímidos por los lados y hay partes donde el forro ya ha empezado a desprenderse. Sin embargo yo lo veo tan deslumbrante como siempre.

Me acerco a él con inseguridad, la fuerza que tira de mi es cada vez mayor y cuando apenas me faltan dos pasos para alcanzarlo me desplomo. El eco recorre toda la casa, los huesos me duelen, el corazón cada vez me palpita más rápido, aunque mi ritmo cardiaco aún se puede considerar normal.
Me levanto con dificultad y por fin caigo rendida en el sofá, que me envuelve y noto como poco a poco la fuerza que tira de mí se esfuma.
Cierro los ojos, respiro, e intento acallar los recuerdos que me inundan la mente, pero es imposible.
Cuando los abro casi puedo verlos a todos, a todos ellos. Mi madre abrazada a mi padre en la hamaca que yo me empeñé en colgar, mi hermana les mira y luego su mirada se cruza con la mía, me sonríe y  continúa jugando con sus muñecas. Parece como si todo volviese a la normalidad. El aire es fresco y lo único que se oye es la brisa del viento moviendo las campanas de la terraza. Pero falta algo.
Apareces por la puerta, sentada en tu silla de ruedas, cargada por una bandeja llena de tazas de chocolate caliente. Mi hermana deja enseguida lo que está haciendo y corre hacía ti ilusionada mientras no para de gritar:
—¡Abuela, yo primera! ¡Yo primera!
Tú ríes y sonrío. Cierro los ojos y me concentro en el sonido de tu voz, porque es lo último que quiero recordar, porque es el último sonido que quiero oír antes de irme.
Cuando los abro todos habéis desaparecido. Apoyo todo mi peso contra el respaldo del sofá y suspiro. Lo que daría por que esta estúpida enfermedad no existiera. Habéis sido todos tan fuertes, y yo en cambio me siento tan débil... Me fundo con vuestra presencia, noto la fortaleza de los que ya no estáis y me envuelvo en ella.
De repente me encuentro llorando, mis llantos se convierten en jadeos y mi pulsera médica empieza a pitar. Los médicos me lo advirtieron pero no aguantaba un día más entre esas cuatro paredes blancas. La enfermedad de Huntington lleva atormentando a mi familia desde hace años, yo ya sé lo que conlleva. Todos los recuerdos que tengo, desde que mi madre me contó la verdad sobre esa enfermedad, son más claros.
Mi madre mirando de esa manera a mi padre, esa mueca jamás la olvidaré. Como nos miraba a todos como si no supiese quienes éramos, en realidad no lo hacía pero yo eso aún no lo sabía. Luego fue mi hermana... ella sólo tenía 15 años.

Primero tú, luego mamá, luego mi querida Sara y finalmente la pena también se llevó a mi padre. Yo no podía irme sin deciros que hoy nos veremos, que por fin volveremos a estar juntos.
Miro la pulsera y observo mi ritmo cardiaco, es el momento.
Cierro los ojos y una sonrisa asoma por mis labios.
—Esperadme, hoy volaré con vosotros.
Finalmente la última lágrima cae sobre mi regazo y el tiempo parece detenerse.

-Marta